«El teatro español frente a las vanguardias del siglo XX» Úrsula Aszyk

Este texto es un fragmento de «El teatro español frente a las vanguardias del siglo XX» de la profesora Úrsula Aszyk
 

El ambiente renovador lo crearon en España no solamente los profesionales de teatro. El carácter mucho más experimental lo tenían a veces los pequeños teatros organizados por los escritores y artistas como El Mirlo Blanco, El Cántaro Roto, El Caracol y muchos más.
Después de la proclamación de la II República, iban a abrirse unas nuevas posibilidades para el teatro y drama de ambición artística. Creadas por el Estado, las Misiones Pedagógicas popularizaron el arte teatral en las provincias de España, igual que las compañías ambulantes de la Unión de Escultores y Artistas Revolucionarios. También los teatros universitarios, como fue La Barraca, dirigida por García Lorca, o El Buho, con Max Aub, y el Teatro Universitario Catalán en Barcelona. Estos nuevos movimientos crearon un ambiente teatral muy interesante, pero éste ha quedado al margen de la vida teatral en España de los años anteriores a la guerra civil. Como antes de 1931, también ahora, la crítica más avanzada se queja y hasta habla en tonos trágicos. El teatro masivo de entonces es de índole comercial y tiene el carácter burgués a la vez inmovilista y ortodoxo en todos lo sentidos. Esto provoca una gran disconformidad en los artistas y escritores. Se produce una línea divisoria entre el «nuevo» teatro y lo demás. Claro está que lo mismo ocurre también en otros sectores de la vida artística y cultural en España. [...]

De semejante manera, no se aceptan las obras de Unamuno y Valle-Inclán. El concepto unamuniano del «teatro desnudo», la idea de la «desnudez trágica» y todo lo que Unamuno propone como una nueva versión del teatro poético y filosófico, igual que el teatro esperpéntico de Valle- Inclán, son despreciados por sus contemporáneos. Estos conceptos, considerados hoy día por la crítica mundial como unas interesantísimas anticipaciones de las tendencias vanguardistas en la dramaturgia del siglo XX, es decir, del drama existencialista y teatro del absurdo, respectivamente, en la misma España quedaron durante mucho tiempo en lo que Pedro Salinas llama «zona de sombra». Unamuno, Valle-Inclán y también Azorín, fueron aclamados en otros géneros literarios y no tenían suerte con sus obras dramáticas. Estas no tenían más que una corporeidad escénica breve y casi inadvertida. Los tres escribían para «otro teatro», el cual hubiera podido dar en España los comienzos a unos movimientos teatrales verdaderamente vanguardistas, dadas las estéticas y las propuestas formales incluidas por ellos en sus obras. A pesar de todo, España se aproxima con su «nuevo» y «otro» teatro a las vanguardias europeas. Fijémonos solamente en el hecho de que el concepto del esperpento nace casi al mismo tiempo que la idea del «teatro de las crueldad» de Antonin Artaud en Francia, y la del «teatro puro» de Stanislaw Ignacy Witkiewicz en Polonia. Según algunos críticos de hoy, en los esperpentos de Valle-Inclán habrá reflejos del drama brechtiano y del teatro revolucionario en Rusia y se pueden encontrar en él los elementos del teatro surrealista. Dejando aparte estas analogías, hemos de ver en el esperpento una propuesta estética particularmente española del teatro grotesco y de carácter vanguardista. Otro concepto de teatro, el que propone Azorín en sus artículos sobre el «superrealismo» o «surrealismo», en los que identifica el teatro surrealista con un teatro moderno y anterrealista, el cual «se desenvuelve en ambiente de fantasía, de ensueño, de irrealidad», no es sino un reflejo rápido de teatro surrealista francés. El concepto surrealista del teatro tiene sus concreciones individuales sobre todo en Alberti y García Lorca, cuyas obras forman parte del surrealismo español.