«¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?» de Valle-Inclán

Un texto que Valle-Inclán publicó en 1922 en la revista España. Un ejemplo poco conocido del esperpento más puro.

El despacho de Don Herculano Cacodoro en la Redacción de El abanderado de las Hurdes. Paredes patrióticas listadas de azafrán y pimentón. Estantería con ramplonas encuadernaciones catalanas. Retratos de celebridades: políticos, cupletistas y toreros. Los pocos que saben firmar han dejado su autógrafo. El de Don Antonio Maura tiene una cruz. Entre dos palmeras enanas se aburre el negro catedrático que lee el periódico en todos los bazares. Sobre un casco prusiano con golpes de latón, destellan dos sables virginales. Don Herculano toca el timbre: Tres llamadas y un repique. El toque de botasillas para don Serenín. Don Serenín es el jefe de Redacción. Acude suspirando.

DON HERCULANO.- ¡Tengo una idea, don Serenín!

DON SERENÍN.- ¡Es usted infatigable!

DON HERCULANO.- ¡Una gran idea!

DON SERENÍN.- ¡Lo son todas las de usted!

DON HERCULANO.- ¡Esta es colosal!

DON SERENÍN.- ¿Habrá que escribir un artículo?

DON HERCULANO.- ¡Varios artículos! ¡Se puede usted lucir!

DON SERENÍN.- ¡Haría falta una pluma mejor cortada!

DON HERCULANO.- Espere usted a que le exponga mi idea.

DON SERENÍN.- ¡Venga la idea!

Don Herculano enciende todas las luces, se mira en el espejo de una jardinera, se escupe pulcramente en los dedos y se atusa el bigotejo pintado.

DON HERCULANO.- Ya sabe usted que he sido toda mi vida un adorador de Alemania. Conozco su organización perfecta, admiro las virtudes de ese gran pueblo, y le manifiesto a usted sinceramente que de no ser hurdano quisiera ser alemán.

DON SERENÍN.- ¡Yo también!

DON HERCULANO.- Usted hubiera hecho poco camino en Alemania. No tiene usted espíritu organizador. ¡Pero yo...!

DON SERENÍN.- Usted en cualquier parte.

DON HERCULANO.- ¡Acaso no hubieran ganado la guerra los aliados!

DON SERENÍN.- ¡Eran muchos!

DON HERCULANO.- Pero yo hubiera aconsejado al Kaiser.

DON SERENÍN.- Ya le aconsejó usted.

DON HERCULANO.- Ahora lamenta no haberme escuchado. Sé que lo lamenta. «Armando Guerra» me ha referido una conversación que tuvo con el Emperador. ¡Me llama el primer hurdano!

DON SERENÍN.- ¡Ese puesto se lo reconocen a usted en todas partes!

DON HERCULANO.- Sí, señor. ¡Hasta en Francia!

DON SERENÍN.- ¡En todas partes!

DON HERCULANO.- No sé si los bolcheviques...

DON SERENÍN.- La opinión de esa gentuza me tendría a mí sin cuidado.

DON HERCULANO.- No me explico cómo pacta con ellos Alemania. ¡Un pueblo donde es sagrado el respeto a las jerarquías sociales!

DON SERENÍN.- Alemania hoy aparece algo contaminada.

DON HERCULANO.- ¡Se salvará! ¡Qué duda cabe! Se salvará, como nos salvaremos nosotros los hurdanos. Conozco las virtudes de la raza germánica. ¡No son igualadas! ¡Qué técnica admirable!

DON SERENÍN.- Alemania es el crisol de la cultura.

DON HERCULANO.- No hay quien le eche la pata. En la actualidad su técnica no tiene rival. Hablan algunos de que sus mujeres son chatas. ¡Tonterías! ¡Hay chatas que dan el ole!

DON SERENÍN.- Gentes superficiales.

DON HERCULANO.- ¡Pues ese pueblo de técnica tan perfecta, nos copia! ¡Nos rinde ese homenaje, don Serenín!

DON SERENÍN.- Hay que agradecérselo.

DON HERCULANO.- ¡Esa es mi idea! Un artículo, o varios artículos proponiendo diferentes actos públicos donde se manifieste ese agradecimiento.

DON SERENÍN.- ¡Qué grande es Dios! ¿Y en qué nos copia Alemania, don Herculano?

DON HERCULANO.- ¿Ha leído usted el asesinato de Rathenau? ¿No le ha recordado a usted la muerte del pobre don Eduardo?

DON SERENÍN.- Sí... ¡Parece un plagio!

DON HERCULANO.- Evidente. No reconocerlo es estar ciego. ¡Ser un fanático! Yo soy un político de la derecha, un pensador de la derecha, un patriota de la derecha...

DON SERENÍN.- Como que la izquierda sólo hace falta en el toreo.

DON HERCULANO.- No sea usted chabacano.

DON SERENÍN.- Lo he dicho sin querer. Vengo del teatro.

DON HERCULANO.- Amigo don Serenín, el ser de la derecha no me pone una venda en los ojos. Antes que personaje de la derecha soy español, y reconozco que han desplegado una técnica muy perfeccionada los canallas que asesinaron al pobre don Eduardo. Alemania noblemente acaba de reconocerlo en el asesinato de Rathenau. La actitud alemana adoptando para el asesinato de sus grandes hombres la técnica hurdana, nos fuerza a un acto de agradecimiento. Eso es lo primero que usted tiene que enfocar en su artículo. ¡Lo primero! Hace usted un párrafo algo filosófico, y lo termina usted parafraseando a doña Concepción Arenal: Abominemos el delito, pero reconozcamos el mérito de nuestros delincuentes, cuyas inteligencias, encaminadas desde la niñez por sanos principios, hubieran, acaso, dado días de gloria a la Patria. El Abanderado de las Hurdes se complace en reconocerlo así.

DON SERENÍN.- Es un final que redondea.

DON HERCULANO.- En el Parlamento tendría una ovación.

DON SERENÍN.- Y en el Ateneo.

DON HERCULANO.- ¿Doña Concepción Arenal de dónde era?

DON SERENÍN.- De La Coruña.

DON HERCULANO.- Pregunto si era de la derecha.

DON SERENÍN.- Lo dudo.

DON HERCULANO.- Diga usted que lo era.

DON SERENÍN.- Emplearé un eufemismo.

DON HERCULANO.- ¿No vendrá en la Enciclopedia?

DON SERENÍN.- ¿Y si resulta que era de la cáscara amarga?

DON HERCULANO.- No importa. Usted se arregla para decirlo, sin comprometerse.

DON SERENÍN.- Emplearé la manera profética del gran Vázquez de Mella: «Doña Concepción Arenal, que hoy a no dudarlo hubiera militado con nosotros en las filas de la derecha.»

DON HERCULANO.- Así hasta parece que toma más relieve.

DON SERENÍN.- Si usted quiere que destaque se subraya.

DON HERCULANO.- Eso siempre. Pero vea usted la Enciclopedia.

DON SERENÍN.- Vale más no averiguarlo. A nuestro propósito basta con afirmar que hoy hubiera militado en las filas derechistas. Y nadie podrá contradecirlo con fundamento.

DON HERCULANO.- ¡Evidente!

DON SERENÍN.- Las izquierdas no tienen profetas.

DON HERCULANO.- ¡Evidente! ¿Dónde tienen las izquierdas un Vázquez de Mella?

DON SERENÍN.- ¿Y un Maura?

DON HERCULANO.- ¡Y un don Juan de la Cierva!

DON SERENÍN.- Ese más que profeta es un Hombre del Renacimiento.

DON HERCULANO.- No es usted el primero que lo dice. Y a propósito, ¿qué entienden ustedes los intelectuales por Hombre del Renacimiento?

DON SERENÍN.- Un tío bragado.

DON HERCULANO.- Lo he buscado en la Enciclopedia y no viene.

DON SERENÍN.- ¿Cómo lo ha buscado usted?

DON HERCULANO.- De tres maneras. En Hombre. ¡Y no viene! En Cierva ¡Y no viene! En Renacimiento ¡Y no viene!

DON SERENÍN.- Está muy mal hecha la Enciclopedia.

DON HERCULANO.- Evidente. Y ahora a escribir el primer artículo. Divide usted los párrafos con títulos. Hay que ser periodista: Alemania copia nuestra técnica.- Un personaje de la derecha lo reconoce.- Patriotismo ante todo.- Contraste.- Inglaterra nos desprecia.

DON SERENÍN.- ¡Qué artículo!

DON HERCULANO.- Estupendo. Hay que terminarlo con un saludo al pueblo alemán, que en todas las ocasiones nos muestra su simpatía, ya con representaciones de nuestros clásicos, ya consagrando el modo que tuvieron de operar los asesinos del pobre don Eduardo. Un párrafo vibrante. Un canto a la raza germánica que con nuestros procedimientos de engrandece. Mientras aquí la invención, el ingenio, la técnica se aplican mal, y se priva de la vida a uno de los políticos más austeros, el pueblo crisol de la cultura nos copia para exterminar a un político traidor al ideal germánico, y simpatizante con las ideas bolcheviques.

DON SERENÍN.- Insinuaré que estaba vendido al extranjero.

DON HERCULANO.- ¡Evidente! Puede usted añadir que los ingleses nos desprecian. Inglaterra se resiste a operar con la técnica hurdana. Reciente está el asesinato de un general, donde los criminales, engreídos, como todos sus compatriotas, han manifestado un profundo desdén por las aportaciones hurdanas para el exterminio de los grandes hombres. Y termina usted el primer artículo con una pregunta intencionada, que también puede ser el título: ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?

Suena el teléfono. Don Serenín sonríe levemente y se retira. Don Herculano requiere el auricular, y con él puesto en la oreja espera que desaparezca el Jefe de Redacción. Al cerrar la puerta interroga:

DON HERCULANO.- ¿Estás sola? ¿Te veré esta noche? ¿Por qué me martirizas, cielito lindo?