El teatro isabelino

EL MARCO HITÓRICO Y SOCIAL
   Como otros reinos europeos, la Inglaterra de los siglos XIV y XV intentó consolidarse como país. Tres son los dominios: Gales, Escocia e Irlanda que no se incorporan a la corona hasta 1536, 1603 y 1801, respectivamente (de Irlanda sólo la parte que conocemos como Irlanda del Norte). La expansión los conduce hasta las costas francesas, dando lugar a una guerra inestable (1337-1453) conocida como la guerra de los Cien Años. El triunfo sonrió a los ingleses hasta que Juana de Arco dio vuelta a la contienda con sus victorias de Orleans. La muerte de la heroína en la hoguera la convirtió en mito nacional, que unió simpatías patrióticas francesas y el odio hacia los ingleses. Los ingleses aunque fracasados en la guerra, conservaron durante un siglo una estrecha franja en el territorio francés.
   Con Isabel I (1558 – 1603) el país consigue un periodo de gran prosperidad al producirse un importante despegue de su capitalismo industrial apoyado por un fuerte incremento de la población. El contrabando de esclavos negros y la riqueza de los navíos ingleses dotaba de gran actividad al puerto de Londres, pero esto beneficiaba a la Corte, a la nobleza y a los grandes monopolios, no a los campesinos, por ello entre 1594 y 1597 se producen importantes revueltas provocadas por la escasez de víveres y el alza de los precios.
   La Reforma en Inglaterra parte desde el poder. En 1534 el Parlamento aprobó una ley según la cual el rey, Enrique VIII, era reconocido como Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra. Su hijo Eduardo VI, consolidó la escisión de la Iglesia Romana y su sucesora María Tudor, no pudo dar marcha atrás en un estilo de entender la religión como fuerza unificadora de los dominios ingleses en torno a la corona. Isabel I ratificó el compromiso anglicano. Los reformadores ingleses, huidos durante el reinado de María Tudor, regresaron predicando una “purificación” de la Iglesia. Éstos produjeron ciertas tensiones en la corona, al tiempo que fueron ganando puestos en el Parlamento. A la muerte de Jacobo I (1625) se produjo la ruptura total de la monarquía con tan importante grupo político. De aquí surge la Guerra Civil de 1642–1652 y la aparición de Cromwell, con un poder dictatorial hasta 1660, cuando se produce la reinstauración de la monarquía, en manos de Carlos II.

EVOLUCIÓN DEL TEATRO INGLÉS
   Hubo una gradual progresión de la escena. De los intermedios y moralidades medievales evolucionó hacia formas mucho más realistas. El teatro alegórico en el que se daban contrastes de tono, lenguaje y representación, deja paso a una serie de personajes tipificados. Tipos burlescos que salpicaban con su sátira, diálogo gracioso y anécdotas, las parábolas más edificantes.
   De John Heywood es Wit and Folly (1521) frente al Sabio aparece un personaje de tanta fortuna en el teatro inglés como el Necio o Loco. Otra obra característica es The four P´s, llamada así porque sus cuatro personajes comienzan sus nombres por “P”: “Pedlar”, buhonero; “Poticary”, boticario; “Pardoner”, vendedor de indulgencias; “Palmer”, peregrino. En el Pardoner, vemos la caricatura de los falsos traficantes de indulgencias y perdones de ultratumba ya denunciados por Lutero. La estructura de la obra de Heywood continúa con la forma medieval; en el tono, temática y personajes resulta un claro precedente de la comedia inglesa. La moralidad será el género más adecuado para la exposición ideológica. El dramaturgo convierte sus personajes alegóricos (la Muerte, el Conocimiento o el Amor) en otros destinados a ser portavoces de una política muy concreta: la monarquía. Para que las moralidades no se queden en discursos escolásticos, estaban insertadas en una acción movida y amena.
   La dramaturgia al servicio de la ideología dominante será moneda corriente en la Inglaterra del siglo XVI. Las obras denunciarán al papado, a los clérigos rebeldes del anglicanismo, la resistencia de Escocia, la religión católica… Durante el breve periodo de María Tudor algún dramaturgo sirvió a la causa católica contra los monarcas anglicanos.
   En la tradición puramente formal hay que señalar también el conocimiento de la comedia latina, Plauto y Terencio, gracias a la labor de humanistas pedagogos que consideran que el teatro es el mejor instrumento para formar y educar divirtiendo. De ahí su auge en todos los Colleges ingleses. Es de señalar el descubrimiento de la Poética de Aristóteles y de las tragedias de Séneca. El drama inglés encontró en Séneca una retórica anticiceroniana, trágica, elegante y ampulosa; una temática basada en la venganza y en la sangre, los celos, odios, ambiciones, suplicios y gritos de angustia. A los primeros imitadores seguirán otros que introducirán elementos cómicos y bufonescos.

LOS TEATROS Y LA REPRESENTACIÓN
Los teatros públicos en Londres:
   Fuera de Londres, hubo una decena de teatros permanentes, la mayoría al aire libre. Se trataba de teatros hechos de madera, o madera y ladrillo, con partes techadas de paja, que en algún momento eran pasto fácil del fuego. Solían ser poligonales, con tendencia a circulares. Constaban de patio, en el que el público seguía la representación de pie, y con dos o tres pisos de galerías, disposición que recordaba a la de las posadas inglesas (inns), pues a falta de otros lugares, los cómicos ingleses se habían acostumbrado a actuar en esas posadas, y a la hora de construir un teatro se partía de su ya conocida arquitectura.


Interior Teatro Globe

La capacidad de los mejores de estos teatros rondaba en torno a los dos mil espectadores. La media de las medidas exteriores era de veinticinco metros de diámetro por diez de alto.

El escenario consistía en una plataforma cuadrada de unos catorce metros de ancho por nueve de fondo y se situaba frente a un muro con dos puertas. Por encima de esta plataforma existe una galería que puede acoger a otros actores y músicos. Estas galerías eran a veces utilizadas para escenas de balcón (Romeo y Julieta) pero también podían simular una muralla vigilada por soldados (Macbeth). Otras veces, cuando no había acción, se situaban los espectadores más exigentes. Las puertas servían de entrada y salida a los actores y conducían a los camerinos. Algunas investigaciones de los planos de The Globe, optan por un escenario repleto de espectadores, incluso la parte posterior, de manera que los actores tuviesen que desembarcar por trampillas. Lo normal es que esté muy próximo al actor, creando fácilmente una comunidad. También se ha discutido bastante sobre el fondo del escenario, o escenario interior, evocador de un espacio referencial (cueva, habitación, taberna...) que quedaba visible con sólo descorrer una cortina, hay quienes consideran que alejaba del público escenas de gran relieve. A veces las trampillas se utilizaron para escenas sepulcrales y apariciones desde abajo. También se usó el piso superior para la instalación de maquinaria con las que había de realizarse descensos de actores o de accesorios.


Los teatros privados:
   Se trataba de teatros instalados frecuentemente en conventos secularizados, como Blackfriars, Whitefriars o Saint Paul. Se alumbraban con candelas y lámparas de aceite. Estos lugares eran pródigos en efectos escénicos. Todos los espectadores tenían asiento, y un horario más acorde con la jornada de trabajo, puesto que disponían de iluminación para poder alargar las representaciones entrada la noche. De ahí el precio de las entradas y la selección del público.

Decorados y vestuario:
   Existe una gran diferencia entre los teatros privados y los públicos. En los públicos es rara la presencia de decorados propiamente dichos, echaban mano de elementos decorativos esquemáticos para indicar el lugar de la acción. De ahí la relevancia de los objetos para la configuración simbólica y afectiva de la representación, así como la ubicación de las diversas escenas de una obra. Los objetos se pueblan de este modo de una funcionalidad referencial múltiple. Si los personajes llevan antorchas en la mano es una escena nocturna; arbustos en macetas nos trasladan a un bosque; la presencia de un trono sitúa la acción en un palacio; la corona será símbolo de realeza… Esta ausencia de decorado es suplida por el texto, encargado de decir dónde se sitúa en cada momento la acción. Cuando el dramaturgo no lo indicaba así, solía hacerlo el actor de turno. Este procedimiento permitía gran agilidad en la acción, evitando interrupciones entre escenas. Con estas convenciones el público isabelino podía seguir fácilmente el transcurso de la obra. Todo esto era posible porque el teatro isabelino, no sólo hizo caso omiso a las unidades del lugar y tiempo de la perspectiva clásica, sino que no respetó tampoco los criterios de división del drama renacentista (cinco jornadas o actos). Por el contrario, en las representaciones de la Corte sí había decorados para figurar los distintos espacios.
   Los empresarios privados sí rivalizaron en el vestuario de las compañías, que solía ser particularmente magnífico en las tragedias. Lo importante era dar idea del lujo y de la fastuosidad de los personajes. Importaba menos la fidelidad del vestuario a los usos de la época evocada. Los vestuarios eran pasados de una obra a otra, se podían adquirir de segunda mano, a veces eran donados por ilustres personalidades de la vida inglesa.
   Con Jacobo I las tramoyas comenzaron a invadir las representaciones, superándose también el lujo del vestuario. Es el auge de las mascaradas.

LOS DRAMATURGOS INGLESES
   A mitad del reinado de Isabel I, tiene lugar en Inglaterra la mayor eclosión de dramaturgos de calidad que haya conocido su historia. Se le conoce con el nombre isabelinos. A excepción de Ben Jonson y Shakespeare, todos proceden de escuelas universitarias.
   Además de WILLIAM SHAKESPEARE, hay que destacar a:
CHRISTOPHER MARLOWE (1564 - 1593):
   Llevó una vida marginal y rebelde. Con él avanzamos un poco más hacia Shakespeare. Marlowe abandona toda fe y práctica religiosa. Esto se deja ver en su teatro cuya temática y argumentos nos muestran el absurdo y el horror humanos. Su héroe pretende romper los moldes, aunque para ello sea preciso pactar con las fuerzas del Mal. Entre sus dramas destacaremos Tamerlán, el nuevo azote de Dios, que muere camino de China con la pretensión de dominar el mundo entero; La trágica historia del Doctor Faustus, habla del personaje que se condena por haber vendido su alma, a pesar de las pruebas de arrepentimiento que ofrece. Es un precedente de la obra de Goethe.
BEN JONSON (1572-1637):
   El más digno rival de Shakespeare. Entre sus mejores producciones, Volpone, La mujer silenciosa y El Alquimista. Lo más característico de Jonson es La comedia de humores, como la denominan algunos críticos. Dicha expresión viene del enfrentamiento de caracteres y temperamentos debido a la influencia de la psique de los distintos humores que riegan el cuerpo humano. La introversión, las deformaciones más caricaturescas, los apetitos de poder o de placer, definen a los personajes. La larga vida de Jonson en la escena lo hizo célebre en la comedia burguesa, llegando a escribir textos para las representaciones de Iñigo Jones (arquitecto y escenógrafo). Defendía la primacía del texto poético sobre el lenguaje puramente visual de las escenografías de Jones.

EL TEATRO POSTISABELINO
   A la muerte de Isabel I (1603), llega al poder Jacobo I. El lujo y ostentación eran signos del absolutismo real. Su corte representó el auge de las llamadas mascaradas, consistentes en espectáculos de gran tramoya dando más importancia a los aspectos visuales que los textuales. El mayor organizador de estas mascaradas era Inigo Jones, que había aprendido en Italia el arte de la magnificencia del teatro. Al volver a Inglaterra siguió innovando por su cuenta en esta vertiente decorativista al servicio de historias simples.
   La tragedia y la comedia se vieron afectadas por el gusto del público y de una nobleza amiga del sensacionalismo. En la tragedia se extremó el senequismo, los temas del desenfreno sexual, de los celos, torturas, traiciones... eran moneda corriente, todo esto sazonado por invocaciones al diablo o apariciones de espectros.
   Con la llevada al poder de Carlos I, en 1625, el teatro de corte impulsó aún más las mascaradas. EL propio rey y la reina participaron en ellas. El triunfo de Cromwell hizo que se prohibieran las representaciones escénicas, con lo que se cerró el mayor capítulo del teatro inglés.