«La lección de aritmética» de Eugène Ionesco

Este fragmento pertenece a La lección de E. Ionesco.


PROFESOR.- Bien, aritmeticemos un poco.
ALUMNA.- Por supuesto, profesor.
PROFESOR.- ¿No le importaría decirme...?
ALUMNA.- Claro que no, profesor, siga.
PROFESOR.- ¿Cuántos son uno y uno?
ALUMNA.- Uno y uno son dos.
PROFESOR.- ¡Oh! Eso está muy bien. Parece usted muy adelantada en sus estudios. No le será difícil obtener un doctorado, señorita.
ALUMNA.- Es un halago, sobre todo viendo de usted.
PROFESOR.- Pongámoslo un poco más difícil: ¿cuántos son dos y uno?
ALUMNA.- Tres.
PROFESOR.- ¿Tres y uno?
ALUMNA.- Cuatro.
PROFESOR.- ¿Cuatro y uno?
ALUMNA.- Cinco.
PROFESOR.- ¿Cinco y uno?
ALUMNA.- Seis
PROFESOR.- ¿Seis y uno?
ALUMNA.- Siete.
PROFESOR.- ¿Siete y uno?
ALUMNA.- Ocho.
PROFESOR.- ¿Ocho y uno?
ALUMNA.- Ocho... ¿bis?
PROFESOR.- Buen intento. ¿Ocho y uno?
ALUMNA.- Ocho... tris.
PROFESOR.- Bien. Excelente. Volvemos, ¿Siete y uno?
ALUMNA.- Ocho... y a veces nueve.
PROFESOR.- Magnífico. Es usted... excelente. Le felicito, señorita. No vale la pena seguir, en la suma está usted magistral. Veamos la resta. Dígame solamente, si no está muy cansada, cuántos son cuatro menos tres.
ALUMNA.- ¿Cuatro menos tres?... ¿Cuatro menos tres?
PROFESOR.- Sí. A ver, quítele tres a cuatro.
ALUMNA.- Pues... ¿siete?
PROFESOR.- Siento tener que contradecirla. Cuatro menos tres no son siete. Usted se confunde: cuatro más tres son siete, cuatro menos tres no son siete... No se trata de sumar, ahora se trata de restar.
ALUMNA.- Ya... ya...
PROFESOR.- Cuatro menos tres son... ¿cuántos?
ALUMNA.- ¿Cuatro?
PROFESOR.- No, señorita, no es eso.
ALUMNA.- Entonces... tres.
PROFESOR.- Tampoco, señorita. Perdone... No, no es eso... disculpe.
ALUMNA.-Cuatro menos tres... cuatro menos tres... cuatro menos tres... ¿No son en realidad diez?
PROFESOR.- ¡No! No en realidad. No se trata de adivinar, hay que razonar. ¿Intentamos deducirlo juntos? ¿Quiere contar?
ALUMNA.- Sí, señor. Uno, dos... uhm...
PROFESOR.- Cuenta muy bien. ¿Hasta cuántos sabe contar?
ALUMNA.- Puedo contar... hasta el infinito.
PROFESOR.- Eso no es posible, señorita.
ALUMNA.- Entonces, pongamos hasta dieciséis.
PROFESOR.- Es suficiente. Hay que saber contenerse. Cuente pues, por favor, se lo ruego.
ALUMNA.- Uno... dos... y después del dos, el tres... cuatro...
PROFESOR.- Deténgase, señorita. ¿Qué número es más grande? ¿El tres o el cuatro?
ALUMNA.- Uhm... ¿El tres o el cuatro? ¿Cuál es el más grande? ¿El más grande de tres o de cuatro? ¿En qué sentido el más grande?
PROFESOR.- Existen números más pequeños y otros más grandes. En los números más grandes hay más unidades que en los pequeños...
ALUMNA.- ¿Qué en los números pequeños?
PROFESOR.- A menos que los pequeños tengan unidades más pequeñas. Si éstas son muy pequeñas, puede que haya más unidades en los números pequeños que en los grandes... tratándose de otras unidades...
ALUMNA.- ¿En ese caso, ¿los números pequeños pueden ser más grandes que los números grandes?
PROFESOR.- Dejemos eso. Nos llevaría muy lejos: sepa únicamente que no sólo hay números... hay también magnitudes, cantidades, hay grupos, hay montones, montones de cosas como ciruelas, vagones, ocas, pejigueras, etc. Supongamos simplemente, para facilitar el trabajo, que no tenemos más que números iguales: los mayores serán los que tengan más unidades iguales.
ALUMNA.- ¿El que tenga más será el más grande? ¡Ah, comprendo, profesor! Usted identifica la calidad con la cantidad.
PROFESOR.- Eso es demasiado teórico, señorita, demasiado teórico. Pero volvamos a nuestro ejemplo y razonemos sobre este caso concreto. Tenemos el número cuatro y el número tres, cada uno de ellos con un número igual de unidades. ¿Qué número será mayor, el número más pequeño o el número más grande?
ALUMNA.- Discúlpeme. ¿Qué entiende usted por el número mayor? ¿El menos pequeño que el otro?
PROFESOR.- Eso es, señorita. Perfecto Me ha comprendido muy bien.
ALUMNA.- Entonces, es el cuatro.
PROFESOR.- ¿Qué es el cuatro? ¿Mayor o menor que el tres?
ALUMNA.- Menor... no, mayor.
[...]
PROFESOR.- Bien. Tomemos un ejemplo más sencillo. Si usted tuviese dos narices y yo le arrancase una ¿cuántas le quedarían ahora?
ALUMNA.- Ninguna.
PROFESOR.- ¿Cómo ninguna?
ALUMNA.- Eso. Porque usted no me ha arrancado ninguna es por lo que tengo una ahora. Si usted me la hubiese arrancado, ya no la tendría.
PROFESOR.- No ha comprendido mi ejemplo. Suponga que no tiene más que una oreja.
ALUMNA.- Sí ¿y qué?
PROFESOR.- Yo le agrego otra. ¿Cuántas tendrá entonces?
ALUMNA.- Dos.
PROFESOR.- Está bien. Y si le agrego otra más, ¿cuántas tendrá?
ALUMNA.- Tres orejas.
PROFESOR.- Le quito una ¿Cuántas orejas le quedan?
ALUMNA.- Dos.
PROFESOR.- Muy bien. Le quito otra más. ¿Cuántas le quedan?
ALUMNA.- Dos.
PROFESOR.- No. Usted tiene dos, le quito una... me la como... ¿cuántas le quedan?
ALUMNA.- Dos.
PROFESOR.- Una.
ALUMNA.- Dos.
PROFESOR.- ¡Una!
ALUMNA.- ¡Dos!
PROFESOR.- ¡¡Una!!
ALUMNA.- ¡¡¡Dos!!!